sábado, 17 de julio de 2010

Herencia ferroviaria coyantina (II): los puentes

Hace más de un año escribimos la primera entrada dedicada al patrimonio ferroviario de Valencia de Don Juan. Entonces hicimos un sucinto resumen del origen de la línea férrea de vía estrecha entre Palanquinos y Medina de Rioseco, aprobada en 1909, iniciada en 1912 e inaugurada el 30 de abril de 1915 (ir a dicha entrada).

Entonces hablamos de las estaciones y hoy retomamos nuestra labor refiriéndonos a los puentes. En el término municipal de Valencia de Don Juan tenemos la suerte de contar con ejemplos de todos los tipos de puentes y pontones que se construyeron a lo largo de esta vía férrea, que, dicho sea de paso, al discurrir por terrenos llanos y con pocas dificultades orográficas, fueron de escasa magnitud aunque de muy cuidada factura como vamos a ver.




Puentes de Valdejama y Bracas
. Los principales puentes en dicho término son, el que salva el valle de Valdejama y el arroyo Valdejamica y el situado junto a Bracas que salva el arroyo de Valdelapega.

Se trata de puentes de un único arco de medio punto, pero de considerable luz. Están realizados fundamentalmente con ladrillo macizo tejero salvo en las esquinas, donde aparecen sillares de piedra caliza, en buen trabajo de cantería almohadillados.

Precísamente los sillares que hacen las veces de claves del arco se observan inscritas varias iniciales superpuestas, que creemos corresponden a "FSC", identificando así a la compañía constructora de dicha línea férra: Ferrocarriles Secundarios de Castilla, como podemos ver en la fotografía de detalle.

El puente de Valdejama hoy día es transitado a diario por cientos de cicloturistas y viandantes, ya que comunica peatonalmente el casco urbano de Valencia de Don Juan y la importante Urbanización Valjunto, de la que se encuentra inmediato.

El puente de Valdelapega o Bracas es un importante paso en la Vía Verde del Esla hacia Castrofuerte, en una zona con un espléndido arbolado y abundante fauna ideal para pasar una buena tarde.

Puentes de Valdezala y las Fontanillas. Este tipo de puentes no estaban realizados mediante arcos sino que salvaban los diferentes valles y arroyos con vigas metálicas. Este hecho hizo que al desmantelarse las vías tras la extinción de la circulación férrea el 11 de julio de 1969 también dichos elementos fuesen retirados, quedando sin utilidad hasta que a partir de 1992 el Ayuntamiento de Valencia de Don Juan se hizo cargo de la recuperación de esta infraestructura para convertirla en Vía Verde. Entonces las vigas que se instalaron fueron de hormigón pretensado.

Los puentes constan de dos estribos construidos con ladrillo macizo revestido de cemento imitando a sillares. Como en los de arco, rematan sus esquinas con sillares almohadillados de piedra caliza.

En Valencia de Don Juan, justo al Norte y al Sur del casco urbano se localizan dos puentes de este tipo. El primero salva el arroyo de Valdezala y es el inicio del tramos de Vía Verde entre Valencia de Don Juan y Valjunco inaugurado en 1993. Dos años después se recuperó el que salva el arroyo de las Fontanillas, en dirección a Castrofuerte.

viernes, 14 de mayo de 2010

Una saga de veterinarios: los González

Es la primera vez que dedicamos en nuestro blog una entrada para hablar de una familia concreta y de unas personas con nombres y apellidos que sin ser nobles o clérigos forman de igual modo parte de nuestra Historia.

Tales personas, junto con otras muchas: artesanos, industriales, comerciantes, labradores, jornaleros,... muchas de las cuales quedarán para siempre en el anonimato, constituyen la esencia del pasado más cotidiano y cercano a nosotros.

Quienes nos ocupan ahora son la familia González, saga de veterinarios. Por su destacada relación con Valencia de Don Juan traemos hoy aquí una breve reseña de sus vidas:

José González Fresno (León 1840 - Valencia de Don Juan 16.06.1908)
Titulado en 1861, formó parte de la Junta Municipal de Sanidad de Valencia de Don Juan, villa donde vivió, ejerció su profesión y falleció.

Maximiliano González Ruiz (Valencia de Don Juan 12.10.1870 - ¿?)
Titulado en 1890, fue veterinario de Matanza de los Oteros y otros pueblos de la comarca. Fue un gran investigador y dio clases en la Escuela de Veterinaria de León.

Justina González Morilla (Matanza de los Oteros 07.10.1903 - Santander 26.06.1997)
Licenciada en Medicina (Universidad de Valladolid) y en Veterinaria (Escuela de Veterinaria de León) en 1928, siendo en el último caso la primera mujer en lograrlo en dicho centro y la segunda en España. Comenzó ejerciendo como Médico-Odontóloga en Valencia de Don Juan y en 1942 se trasladó a León.

Todos los datos aquí aportados los hemos recopilado de la web www.justinagonzalez.es, donde pueden profundizar muchísimo más en las biografías de todos ellos.

Agradezco también la amabilidad de una de las hijas de Justina, Mª Rosario Barrientos González, que me ha facilitado datos concretos sobre la ubicación de los locales de sus antepasados en Valencia de Don Juan:

- La casa y consulta de José González estaba en la casa de soportales de madera de la plaza Santa María (plaza chica) que en parte aún hoy se conserva.

- La vivienda y consulta de Justina González estaba en la calle Mayor (hoy Restaurante Roxi).
A Charo y su familia, muchas gracias por el esfuerzo de mantener el recuerdo de sus antepasados y mostrárnoslo públicamente para que mantengamos y difundamos la memoria y buen hacer de quienes nos precedieron.

viernes, 26 de marzo de 2010

Artículo revista ESLA: "La bandera municipal" (Febrero 2010)


Ondea desde hace algunas semanas una bandera bicolor, blanca y púrpura, en la fachada de la Casa Consistorial de Valencia de Don Juan. Junto a ella, las oficiales de la Diputación de León, Junta de Castilla y León, Reino de España y Unión Europea.

Efectivamente, de esas cinco banderas sólo cuatro lo son oficiales. La blanca y morada, en cuyo centro lleva el escudo municipal de Valencia de Don Juan, no lo es pues no ha sido aprobada según exige la legislación vigente.

Hace años, para la aprobación de un escudo o bandera se exigía un informe oficial favorable de la Real Academia de la Historia. Prueba de ello es que para la adopción de un escudo heráldicamente correcto, el Ayuntamiento en 1940 recurrió a un académico correspondiente de dicha institución, José de Rújula y Ochotorena, a la sazón “Rey de Armas de la Monarquía”. Su propuesta fue aceptada por el Ayuntamiento pero modificada por la Real Academia de la Historia, hasta su definitiva aprobación por el Ministerio de Gobernación en 1946.

Actualmente, para aprobar una bandera, que es el caso, hay que cumplir la Ley de Régimen Local de Castilla y León (1/1998, de 4 de junio), concretamente sus artículos 27 y 28. Resumiéndolos, debe redactarse una memoria por un especialista en Vexilología, aprobarse en Pleno y someterse a información pública. Con posterioridad la Conserjería competente solicitará los informes pertinentes (Real Academia de la Historia y Cronista de Armas de Castilla y León) y, de aprobarlo, se publicará en los Boletines Oficiales.

Aunque la referida Ley suele referirse mayoritariamente a los escudos, las instrucciones dictadas por la Dirección General de Administración Territorial el 27 de septiembre de 2001 dicen textualmente “En el caso de la bandera municipal, a juicio de esta Dirección General debe entenderse que el Decreto 105/1991 parece equiparar las banderas a los escudos municipales y por tanto, la adopción de aquéllas por los Ayuntamientos requerirá los mismos trámites de la adopción de éstos”.

Por delegación de la Junta de Castilla y León en 1990, para los municipios de menos de 20.000 habitantes la competencia en cuanto a los símbolos heráldicos pasó a las Diputaciones Provinciales. En todo caso, la normativa exige el cumplimiento de los requisitos enumerados con anterioridad, sea quien sea la institución que lo tramite.

Consiguientemente, por desconocimiento u omisión, nuestro Ayuntamiento no está cumpliendo con la ley. Colgar una bandera, símbolo oficial del municipio, no es tan sencillo como encargar a una empresa la realización de tales estandartes e izarlos del balcón. Se requiere de un estudio riguroso, que establezca que sus medidas se ajustan a las normas, su correcta disposición y aclare si los colores se corresponden con el escudo heráldico y/o la tradición histórica local.

En el último sentido, son conocidos los argumentos de algunos ciudadanos como José Luis Gigosos que niegan la validez del morado como color de nuestra bandera. Puede que tenga o no razón (el púrpura se utiliza en otras muchas banderas sí oficiales), pero al menos hay que estudiar sus argumentos, tenerlos en consideración. Por otra parte hay que profundizar en el origen del pendón y pendoneta municipal, no de demasiada antigüedad, pero hay que observar por qué quienes lo encargaron o realizaron eligieron los colores púrpura y blanco y la división diagonal. ¿Se basaron en algo precedente o fue una nueva decisión? Aunque se concluyese que no tuvo fundamentos históricos, debe valorarse también la cantidad de años que ha sido utilizada esta representación y si ha sido ya asumida por la ciudadanía como propia, siendo un posible motivo este último para mantenerlo.

Lo que queda sobradamente claro es que la decisión debe someterse a estudio y consenso, e iniciar tras ello el procedimiento de oficialización actualmente no realizado. “Ningún Ayuntamiento o Entidad Local de Castilla y León podrá utilizar escudo de armas ni banderas que no hayan sido aprobados legalmente con anterioridad” (Artículo 3º del Decreto 105/1991, de 9 de mayo).

Descargar Revista ESLA nº 320 (febrero 2010)

jueves, 4 de febrero de 2010

Artículo revista ESLA: "Ante el derribo del depósito de aguas"

Enviamos este texto de nuestra factura con intención de que saliese publicado en el número de noviembre de la revista "Esla".
Pero finalmente fue postergado hasta el de diciembre (nº 318) que acaba de ser distribuido y colgado en la web municipal.
El texto es el que sigue:

Se rumoreaba en los últimos meses que la próxima modificación urbana trascendente iba a afectar a la plaza de Santa Marina y, conocidos los antecedentes de los distintos Equipos de Gobierno que han presidido nuestro Ayuntamiento en al menos los últimos 100 años, salvo excepciones, nada bueno se podía esperar respecto al patrimonio arquitectónico atesorado en dicho lugar, menos aún sobre el arqueológico.


Y es que la de Santa Marina es (¿era?) una plaza emblemática de Valencia de Don Juan. No en vano, allí durante cinco siglos se irguió no la más importante iglesia coyantina, título que pertenecía a la parroquial de Santa María, pero sí la más popular y la que guardaba la talla del patrón, la conocida como “ermita vieja”. Un templo impresionante, que para más dolor y vergüenza colectiva, tuvo el honor de dejarnos algunas fotografías como flagelo futuro de generaciones. Una iglesia completamente porticada salvo en su torre, aquella maravillosa aguja de tapial y ladrillo mudéjares, para cuya demolición fueron necesarias varias cargas de dinamita. ¡Qué atrocidad!


Sí, porque la historia de los derribos y atropellos contra el patrimonio en nuestro lar viene ya de muy antiguo, y parece no encontrar quien la ponga fin. En el ámbito que nos ocupa, allá por 1926 se caía un muro de la iglesia de Santa Marina y ello fue motivo suficiente para acabar con toda ella. De nada sirvió el informe del erudito astorgano José Mª Luengo, que llegó a publicar un libro con los tesoros de aquel templo en forma de artesonados, yeserías, sepulcros, retablos… Nada (nadie) impidió que meses después se arrasase completamente la iglesia y que se expoliase buena parte de su patrimonio, pues hoy al menos sabemos que algunas vigas policromadas forman parte de colecciones privadas. Del resto, vaya usted a saber…, creo que incluso una talla de aquel templo sirvió como badajo en una campana de la iglesia de San Juan…


Algún remordimiento de conciencia debió quedarles a aquellos coyantinos, pues años después propusieron levantar en Santa Marina una nueva ermita que acogiera al Cristo y su retablo, parcialmente reinstalado en la Parroquia de San Pedro, donde hoy continúa. Pero tal uso religioso del solar nunca más se volvió a dar, pues, terminada la Guerra Civil, los dirigentes locales proyectaron ubicar allí un depósito regulador de aguas que mejorase ostensiblemente el suministro hídrico a la localidad. Así nació entonces el depósito que hasta ahora ha presidido el jardín de la plaza de Santa Marina, la popular “traída de aguas”. Obra arquitectónica funcionalista, heredera del racionalismo republicano con ciertas dosis del neoclasicismo franquista. Se componía de un piso bajo octogonal realizado en ladrillo visto, de un tramo intermedio circular con tres alturas y de la zona superior con el depósito propiamente dicho, que originalmente disponía de pasarela exterior. Fue proyectado por el ingeniero Guillermo Cuesta Sirgo, quien destacó por sus obras y servicios en el Ayuntamiento de Gijón.


Ampliando la descripción, la planta baja octogonal de ladrillo tenía varios vanos para accesos y ventanas; al oeste disponía una fuente pública y al sur una pequeña placa de mármol indicaba la fecha de inauguración: 13 de enero de 1944. Sobre ello, el alzado circular se rompía con ocho semicolumnas siguiendo las esquinas del octógono inferior, y entre ellas se rasgaban largos vanos verticales cerrados con madera y tela metálica. Arriba, finalmente, el depósito con capacidad para 700.000 litros de agua. Toda la estructura interior de la obra y el recipiente eran de hormigón armado, algo destacable en tanto en cuanto se construyó en un periodo, la posguerra autárquica, donde el cemento escaseaba muchísimo y estaba sometido a grandes restricciones. Recogen las crónicas, henchidas de propaganda, que fue un referente español en su momento; quizás no fuese para tanto, pero sí constituyó una magnífica obra digna de destacar a nivel provincial, ya no digamos comarcal o local.


A finales de septiembre del pasado mes, al conocer las intenciones del Ayuntamiento por destruirlo, antes del pleno en que ello se aprobó por unanimidad, puse en conocimiento de los dos grupos políticos que hoy conforman la Corporación municipal, la posibilidad de dar un nuevo uso al depósito como edificio público y recuperar el mirador original que tenía. Se me respondió que estaban barajando la posibilidad de hacer una réplica a escala del depósito, lo que no dejó de sorprenderme todavía más: si hacen una maqueta es porque entienden que el edificio posee cuanto menos un valor sentimental, y, si era así, ¿para qué una copia pudiendo conservar la obra original? Les hice una nueva propuesta, esta vez al propio alcalde: el dinero destinado a la réplica ¿por qué no se destina a realizar una maqueta en bronce de la iglesia de Santa Marina? Al menos esta idea pareció gustarle a nuestro regidor.


Con todo y con ello, sobre el depósito argumentaron que existían dos informes que aconsejaban su demolición, informes por cierto que no se han hecho públicos. El primero lo eleva el actual Arquitecto Municipal, Sr. San Juan (me pregunto ¿le gustaría que hicieran con su obra lo mismo que él está haciendo con la de sus colegas predecesores?) El otro lo firma una empresa privada. Ambos fueron solicitados por la propia concejalía de Urbanismo y Patrimonio.


En mi opinión, que la estructura estuviera dañada no implicaba necesariamente que la obra debiera derruirse, ¿qué sería sino de los edificios históricos con daños estructurales? ¿es la solución su derribo? Creo que no. Sin embargo, para un patrimonio más contemporáneo suele darse una mayor permisividad. En este caso estábamos ante una obra con 65 años, que además tuvo en su última etapa una serie de filtraciones. Por ello lógicamente mostraba deterioros, pero si hasta hace unos años podía soportar las muchas toneladas de peso que tenía encima ¿ahora vacío se iba a caer? No lo creo, y la mejor prueba de su fortaleza fueron los siete días que tardó la máquina en cortar su estructura y acabar con él. Más interés creo que existía por sustituirlo y dejar una nueva fuente pública, acompañada seguramente por una placa de letras latonadas en la que, allí sí, pueda figurar el nombre de nuestro actual alcalde. Todavía más indignante fue conocer el dineral que costó el derribo, unos 30.000 euros (según la previsión inicial), con los cuales, no me cabe la menor duda, podrían haberse solucionado todos los posibles problemas estructurales que tenía y aún llegaría para un mínimo acondicionamiento para nuevo uso.


No sé qué les parecerá a ustedes, pero con un poco de imaginación a mí me desbordan las posibilidades que podía haber recibido aquel viejo depósito, emblema de su barrio. Un museo o centro de interpretación de la localidad, diferente al tipo arqueológico que se ha instalado ya en el castillo. El del depósito con paneles y vídeos que mostraran la evolución urbana de Coyanza-Valencia de Don Juan: de abajo a arriba, de lo más antiguo a lo más moderno. Conforme el visitante fuera subiendo iría evolucionando históricamente hasta llegar a la actualidad, momento en el cual saldría a la pasarela-mirador y contemplaría la actual población. Una bonita experiencia y un mejor recuerdo de nuestra localidad.


Otra idea que propuse incluso en mi blog fue la de crear allí un archivo local, que englobase tanto al archivo municipal como al parroquial. El primero se está hoy literalmente pudriendo en la bodega del Ayuntamiento, pues el grado de humedad es elevado. El segundo, si nadie lo remedia, será pronto reclamado por la Diócesis para llevárselo a León. Con ello se irán cientos de pergaminos y legajos, que de otro modo podrían quedarse aquí. Una reforma así en el depósito habría dado nueva vida al antiguo recipiente de aguas como nuevo “almacén” de documentación, al que otras familias o instituciones coyantinas también podrían llevar, si desearan su conservación y legado, sus archivos particulares.


Más propuestas podrían haber sido: edificio administrativo, salas de exposiciones, aulas culturales y/o de nuevas tecnologías, recintos de ensayo, sedes sociales,… Y por qué no convertirlo en el centro de la vida juvenil coyantina, eje de actividades alternativas al ocio nocturno, espacios para grupos de música, teatro, danza… Creo que los jóvenes se merecían este espacio debido a su magnífica respuesta en contra de la demolición del viejo depósito, con unas 500 firmas en redes sociales de internet como Tuenti o Facebook. Si la juventud mostró este grado de rechazo, ¿cuánto mayor debe ser el de los mayores?


No quiero terminar tampoco sin mencionar la advertencia que también quise transmitir a la Corporación de manera previa al inicio de las obras en la plaza de Santa Marina: los posibles restos arqueológicos. Casi con toda seguridad, la existencia de la importante iglesia ya mencionada comporta que en el subsuelo haya, al menos, restos de sus cimentaciones y de enterramientos humanos. Debido a ello, debería realizarse un seguimiento profesional que sacara a la luz para su estudio dichos testimonios de nuestro pasado. A la espera de que en este punto sí cumplan con su deber, contemplamos una nueva etapa del particular calvario que sufre en la última centuria la plaza de Santa Marina y por extensión el patrimonio de Valencia de Don Juan.

martes, 19 de enero de 2010

Más datos sobre "la puente nueva"

La primera noticia que teníamos de "la puente nueva" nos lleva hasta el 17 de mayo de 1447.

Se trata de un testamento cuya transcripción parcial aparece en la Historia de Coyanza de M. Á.Millán Abad: a la puente nueva e a todas las iglesias e ermitas de Valencia e a Sancta María del Castillo Viejo.

Este documento ha sido catalogado por Santiago Domínguez Sánchez en el volumen 92 de la Colección Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, concretamente con el número 181 de los documentos conservados en el Archivo Parroquial coyantino. Gracias a ello conocemos el verdadero nombre del testador: Alfonso Méndez de la Guarda.

En base a él se había concluído que a mediados del siglo XV este puente estaba en construcción, lo cual es lógico si observamos que el testador deja fondos para, se entiende, continuar las obras.

Pero estos días pasados, investigando los pleitos sobre aguas y molinos de la zona en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, nos hemos encontrado una pequeña sorpresa.

Se trata de un pleito entre 1537 y 1540 por la rotura de la Presa de los Molinos de Valencia de Don Juan, en el cual se describe como ésta nacía en el puerto viejo y bajaba hasta los molinos de arriba, luego discurría por la palera vieja que está ençima del pisón y desde allí se dirigía a los molinos de medio y finalmente a los de abajo. Valencia tenía pues tres casas de molinos y un batán.

Pero nos detalla además dónde se había roto la presa: estava quebrada azia sanct myllan en que medias de la (pa)lera vieja asta la puente nueva de los Sagouianos.

Un siglo después del testamento de Alfonso Méndez el puente seguía denominándose "nuevo"; ¿seguía en construcción o es preferible pensar que tal nombre se había consolidado en la toponimia local en referencia a otra puente vieja?

Esta última opción daría explicación a la actual denominación del pago "las puentes", donde casualmente todavía existen las ruinas de un molino construido a finales del siglo XIX; ¿significará "las puentes" entre las puentes, vieja y nueva?

Pero además el "nuevo" documento nos aporta una nueva incógnita: lo califica "de los Sagouianos", entendemos que de los Segovianos. Creemos haber transcrito correctamente la palabra, pues la letra es clara. Hemos contado además con la opinión de un colega y buen amigo medievalista, que nos confirma la interpretación. Por ello podemos aportar este nuevo detalle, aunque no concretar si quiere decir que lo construyeron gentes llegadas desde Segovia o cuál era el motivo por el cual lo denominaban así.