Pero finalmente fue postergado hasta el de diciembre (nº 318) que acaba de ser distribuido y colgado en la web municipal.
El texto es el que sigue:
Se rumoreaba en los últimos meses que la próxima modificación urbana trascendente iba a afectar a la plaza de Santa Marina y, conocidos los antecedentes de los distintos Equipos de Gobierno que han presidido nuestro Ayuntamiento en al menos los últimos 100 años, salvo excepciones, nada bueno se podía esperar respecto al patrimonio arquitectónico atesorado en dicho lugar, menos aún sobre el arqueológico.
Y es que la de Santa Marina es (¿era?) una plaza emblemática de Valencia de Don Juan. No en vano, allí durante cinco siglos se irguió no la más importante iglesia coyantina, título que pertenecía a la parroquial de Santa María, pero sí la más popular y la que guardaba la talla del patrón, la conocida como “ermita vieja”. Un templo impresionante, que para más dolor y vergüenza colectiva, tuvo el honor de dejarnos algunas fotografías como flagelo futuro de generaciones. Una iglesia completamente porticada salvo en su torre, aquella maravillosa aguja de tapial y ladrillo mudéjares, para cuya demolición fueron necesarias varias cargas de dinamita. ¡Qué atrocidad!
Sí, porque la historia de los derribos y atropellos contra el patrimonio en nuestro lar viene ya de muy antiguo, y parece no encontrar quien la ponga fin. En el ámbito que nos ocupa, allá por 1926 se caía un muro de la iglesia de Santa Marina y ello fue motivo suficiente para acabar con toda ella. De nada sirvió el informe del erudito astorgano José Mª Luengo, que llegó a publicar un libro con los tesoros de aquel templo en forma de artesonados, yeserías, sepulcros, retablos… Nada (nadie) impidió que meses después se arrasase completamente la iglesia y que se expoliase buena parte de su patrimonio, pues hoy al menos sabemos que algunas vigas policromadas forman parte de colecciones privadas. Del resto, vaya usted a saber…, creo que incluso una talla de aquel templo sirvió como badajo en una campana de la iglesia de San Juan…
Algún remordimiento de conciencia debió quedarles a aquellos coyantinos, pues años después propusieron levantar en Santa Marina una nueva ermita que acogiera al Cristo y su retablo, parcialmente reinstalado en la Parroquia de San Pedro, donde hoy continúa. Pero tal uso religioso del solar nunca más se volvió a dar, pues, terminada la Guerra Civil, los dirigentes locales proyectaron ubicar allí un depósito regulador de aguas que mejorase ostensiblemente el suministro hídrico a la localidad. Así nació entonces el depósito que hasta ahora ha presidido el jardín de la plaza de Santa Marina, la popular “traída de aguas”. Obra arquitectónica funcionalista, heredera del racionalismo republicano con ciertas dosis del neoclasicismo franquista. Se componía de un piso bajo octogonal realizado en ladrillo visto, de un tramo intermedio circular con tres alturas y de la zona superior con el depósito propiamente dicho, que originalmente disponía de pasarela exterior. Fue proyectado por el ingeniero Guillermo Cuesta Sirgo, quien destacó por sus obras y servicios en el Ayuntamiento de Gijón.
Ampliando la descripción, la planta baja octogonal de ladrillo tenía varios vanos para accesos y ventanas; al oeste disponía una fuente pública y al sur una pequeña placa de mármol indicaba la fecha de inauguración: 13 de enero de 1944. Sobre ello, el alzado circular se rompía con ocho semicolumnas siguiendo las esquinas del octógono inferior, y entre ellas se rasgaban largos vanos verticales cerrados con madera y tela metálica. Arriba, finalmente, el depósito con capacidad para 700.000 litros de agua. Toda la estructura interior de la obra y el recipiente eran de hormigón armado, algo destacable en tanto en cuanto se construyó en un periodo, la posguerra autárquica, donde el cemento escaseaba muchísimo y estaba sometido a grandes restricciones. Recogen las crónicas, henchidas de propaganda, que fue un referente español en su momento; quizás no fuese para tanto, pero sí constituyó una magnífica obra digna de destacar a nivel provincial, ya no digamos comarcal o local.
A finales de septiembre del pasado mes, al conocer las intenciones del Ayuntamiento por destruirlo, antes del pleno en que ello se aprobó por unanimidad, puse en conocimiento de los dos grupos políticos que hoy conforman la Corporación municipal, la posibilidad de dar un nuevo uso al depósito como edificio público y recuperar el mirador original que tenía. Se me respondió que estaban barajando la posibilidad de hacer una réplica a escala del depósito, lo que no dejó de sorprenderme todavía más: si hacen una maqueta es porque entienden que el edificio posee cuanto menos un valor sentimental, y, si era así, ¿para qué una copia pudiendo conservar la obra original? Les hice una nueva propuesta, esta vez al propio alcalde: el dinero destinado a la réplica ¿por qué no se destina a realizar una maqueta en bronce de la iglesia de Santa Marina? Al menos esta idea pareció gustarle a nuestro regidor.
Con todo y con ello, sobre el depósito argumentaron que existían dos informes que aconsejaban su demolición, informes por cierto que no se han hecho públicos. El primero lo eleva el actual Arquitecto Municipal, Sr. San Juan (me pregunto ¿le gustaría que hicieran con su obra lo mismo que él está haciendo con la de sus colegas predecesores?) El otro lo firma una empresa privada. Ambos fueron solicitados por la propia concejalía de Urbanismo y Patrimonio.
En mi opinión, que la estructura estuviera dañada no implicaba necesariamente que la obra debiera derruirse, ¿qué sería sino de los edificios históricos con daños estructurales? ¿es la solución su derribo? Creo que no. Sin embargo, para un patrimonio más contemporáneo suele darse una mayor permisividad. En este caso estábamos ante una obra con 65 años, que además tuvo en su última etapa una serie de filtraciones. Por ello lógicamente mostraba deterioros, pero si hasta hace unos años podía soportar las muchas toneladas de peso que tenía encima ¿ahora vacío se iba a caer? No lo creo, y la mejor prueba de su fortaleza fueron los siete días que tardó la máquina en cortar su estructura y acabar con él. Más interés creo que existía por sustituirlo y dejar una nueva fuente pública, acompañada seguramente por una placa de letras latonadas en la que, allí sí, pueda figurar el nombre de nuestro actual alcalde. Todavía más indignante fue conocer el dineral que costó el derribo, unos 30.000 euros (según la previsión inicial), con los cuales, no me cabe la menor duda, podrían haberse solucionado todos los posibles problemas estructurales que tenía y aún llegaría para un mínimo acondicionamiento para nuevo uso.
No sé qué les parecerá a ustedes, pero con un poco de imaginación a mí me desbordan las posibilidades que podía haber recibido aquel viejo depósito, emblema de su barrio. Un museo o centro de interpretación de la localidad, diferente al tipo arqueológico que se ha instalado ya en el castillo. El del depósito con paneles y vídeos que mostraran la evolución urbana de Coyanza-Valencia de Don Juan: de abajo a arriba, de lo más antiguo a lo más moderno. Conforme el visitante fuera subiendo iría evolucionando históricamente hasta llegar a la actualidad, momento en el cual saldría a la pasarela-mirador y contemplaría la actual población. Una bonita experiencia y un mejor recuerdo de nuestra localidad.
Otra idea que propuse incluso en mi blog fue la de crear allí un archivo local, que englobase tanto al archivo municipal como al parroquial. El primero se está hoy literalmente pudriendo en la bodega del Ayuntamiento, pues el grado de humedad es elevado. El segundo, si nadie lo remedia, será pronto reclamado por la Diócesis para llevárselo a León. Con ello se irán cientos de pergaminos y legajos, que de otro modo podrían quedarse aquí. Una reforma así en el depósito habría dado nueva vida al antiguo recipiente de aguas como nuevo “almacén” de documentación, al que otras familias o instituciones coyantinas también podrían llevar, si desearan su conservación y legado, sus archivos particulares.
Más propuestas podrían haber sido: edificio administrativo, salas de exposiciones, aulas culturales y/o de nuevas tecnologías, recintos de ensayo, sedes sociales,… Y por qué no convertirlo en el centro de la vida juvenil coyantina, eje de actividades alternativas al ocio nocturno, espacios para grupos de música, teatro, danza… Creo que los jóvenes se merecían este espacio debido a su magnífica respuesta en contra de la demolición del viejo depósito, con unas 500 firmas en redes sociales de internet como Tuenti o Facebook. Si la juventud mostró este grado de rechazo, ¿cuánto mayor debe ser el de los mayores?
No quiero terminar tampoco sin mencionar la advertencia que también quise transmitir a la Corporación de manera previa al inicio de las obras en la plaza de Santa Marina: los posibles restos arqueológicos. Casi con toda seguridad, la existencia de la importante iglesia ya mencionada comporta que en el subsuelo haya, al menos, restos de sus cimentaciones y de enterramientos humanos. Debido a ello, debería realizarse un seguimiento profesional que sacara a la luz para su estudio dichos testimonios de nuestro pasado. A la espera de que en este punto sí cumplan con su deber, contemplamos una nueva etapa del particular calvario que sufre en la última centuria la plaza de Santa Marina y por extensión el patrimonio de Valencia de Don Juan.
1 comentario:
Hola , paisano ,hace tiempo sigo todas las noticias que publicas, y esta del deposito de aguas, cada vez que la leo ,me d aun ataque de nostalgia , y hoy no he podido aguantarme y tengo que hacer patente mi queja, es lamentable que no halla nadie en Valencia ,con un minimo de sensibilidad y alguna influencia... para haber evitado semejante desatino, se me ocurren catidad de posibilidades para un edificio tan singular pero supongo que ya se diria de todo .ero sigo pensando que ha sido un crimen.
Saludos de un nostagico
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