jueves, 22 de mayo de 2008

Artículo: El molino de «Las Puentes»

Como prometimos, copiamos a continuación el artículo que bajo mi firma salió publicado en el último número de la Revista ESLA (298, abril 2008) del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan.
Si han leído el original notarán alguna diferencia en la ortografía, ya que desconozco los motivos por los cuales en la versión escrita desaparecieron todas las rayas (hasta 6) presentes en el archivo digital original que hice llegar a la redacción.
Esperemos que se eviten estas erratas en el futuro. Lo pido para todos los conlaboradores de la publicación municipal y especialmente por los lectores, que de otro modo ven dificultada su lectura y comprensión.





La vega media del Esla ha sido desde antiguo un molinar, aunque las variaciones del caudal del río fueron siempre un peligro para todo tipo de obras ingenieriles desarrolladas por el hombre. Puentes, presas, cauces, barcas, molinos o batanes se veían continuamente afectados por las fuertes avenidas, pero a pesar de ello no se dejó de reconstruir o reparar estos elementos para su aprovechamiento práctico al servicio de los habitantes de nuestra comarca. Otro gran problema eran los estiajes, que reducían al mínimo el curso de agua por el río e imposibilitaban el abastecimiento de los cauces artificiales.

Si de molinos movidos por las aguas del Esla hablamos, el más antiguamente documentado nos lleva nada menos que hasta el año 929 (Sáez 1987:82), sin precisar su ubicación concreta. En un estudio sobre el Canal del Esla –con motivo de su 150 aniversario– que realicé junto a Aurora Rodríguez Costilla entre otros, localizamos indicios no precisos de un “Cauce de los molinos de Valencia de Don Juan” que antes de 1465 mandara construir uno de los condes de Valencia de Don Juan. Aquel cauce se puede rastrear documentalmente hasta la actualidad, e incluso físicamente alguno de sus tramos.


Aunque parece que en origen el cauce tuvo su toma, presa o azud en término de Valencia de Don Juan –el llamado “Puerto Grande”– tras varias roturas de ésta se abasteció definitivamente del puerto de Benamariel, también llamado de Santa Marina o de Baeza. Al situarse la nueva toma de aguas en término de Villamañán, esta villa y la de Valencia de Don Juan firmaron un foro o concordia que ya en el Catastro de Ensenada se califica como “antigua”, por la cual Villamañán cedía sus aguas a los molinos de Valencia sin posibilidad de construir los suyos, a cambio de que la segunda le pagase anualmente cuarenta y cinco cargas y media de trigo. En 1508 Valencia de Don Juan hizo otra concordia, esta vez con Toral de los Guzmanes, para servicio de los molinos de ambos concejos.


Pero a pesar de las referencias anteriores, sin duda muestra de que máquinas de molienda existieron ya desde muy antiguo, el documento concreto que trata sobre unos molinos en la margen derecha del río Esla en el término de Valencia de Don Juan data de 1537, propiedad del duque de Nájera y conde de nuestra villa, que los tenía en arriendo. En 1683 los molinos los arrendaba ya el Concejo de Valencia de Don Juan. En 1753 existían dos casas de molinos con cinco ruedas cada una.


A mediados del siglo XIX los molinos eran propiedad de Gaspar Rodríguez Tejedor, quien pleitea con la Compañía Ibérica de Riegos –concesionaria del Canal del Esla– al verse privado de las aguas que movían sus artefactos y exigiendo la expropiación de los mismos. La compañía de capital inglés se niega a lo segundo, y argumenta que ha efectuado las obras necesarias –por valor de unas 6.000 pesetas– para practicar una compuerta en el canal que abastezca de aguas suficientes al cauce de los molinos de Valencia. Aunque la sentencia favoreció a los concesionarios del Canal del Esla, finalmente éstos acabarían por comprar el cauce molinar, convirtiéndolo en un desagüe principal del canal.


Sobre esta presa de los molinos de Valencia de Don Juan se dispusieron numerosos artefactos a lo largo de los siglos. Primero fueron pequeños edificios de una o dos piedras, que se sucedían a lo largo del cauce configurando un rosario de molinos. Cada uno de ellos represaba las aguas del cauce, y el siguiente molino debía situarse a distancia suficiente para recibir el agua del anterior, por ello se habla de “paradas de molinos”. Luego vendrían los grandes molinos de cinco piedras que cita el Catastro de Ensenada y finalmente el definitivo edificio conocido como “Molino de las Puentes”.


A pesar de nuestra búsqueda en los archivos –que continúa–, no hemos podido documentar exactamente la fecha de construcción de esta magnífica obra, si bien no debe ser muy posterior al nuevo Molino de Baeza, que se edifica en 1869 conjuntamente al primitivo Canal del Esla. El Molino de las Puentes se construye sobre una cimentación de piedra y pilares del mismo material, sobre la que se alzan los muros de ladrillo visto recercando cajones de canto rodado y argamasa. Tiene una planta de 15,8 x 9,1 metros y dos alturas con forjados de madera sobre un subterráneo reservado a los rodeznos, los cuales, movidos por el agua, trasmitían su energía por medio de ejes, poleas y correas que impulsaban toda la maquinaria.


Recuerdo de niño aquel viejo molino, donde cada año acudía con mis padres, abuelos, tíos y primos a “correr” la tortilla. Por aquel entonces, aunque ya abandonado a su suerte, las estancias de aquella mole fabril se conservaban perfectamente y se podía subir y deambular entre las viejas máquinas de limpia y cernido, levantar las tolvas y guardapolvos para descubrir las ruedas o piedras de moler, o asomarse a sus numerosos ventanales y respirar el frescor del atardecer oteando la extensa vega.


Pero un buen día el molino ardió, intencionada o accidentalmente, y desde entonces sólo se conservaron los fuertes muros de ladrillo y cantos cogidos con argamasa. Resquebrajada y progresivamente deteriorada, la fachada principal aguantó entera hasta diciembre de 2006 en que sufrió un gran derrumbe. ¿No lo debemos salvar?


Hoy el molino pertenece, como todo el viejo patrimonio que aún se conserva del decimonónico Canal del Esla, a la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD). Precisamente hace tan sólo unos días –catorce de marzo– el presidente de este organismo, Antonio Gato, recibía en Valladolid al alcalde de Valencia de Don Juan y al primer teniente, quienes le arrancaban una nueva inversión multimillonaria en el río Esla. Desconozco si nuestros representantes le hablaron al presidente de la CHD del viejo molino situado en nuestro término y protegido gracias a una alegación presentada por las Juventudes Socialistas a la reciente modificación del Plan General de Urbanismo de Valencia de Don Juan.

La CHD tiene inventariado su patrimonio, pero lo está dejando caer. En Coyanza hemos protegido este molino que hoy ya es ruina pero que aún puede salvarse. Si se intenta, puede hacerse. Se ha logrado dinero para el río, para un paseo, para unos lagos y hasta para un edificio-mirador. Mi ruego es que nuestras autoridades miren hacia la segunda curva de la carretera a San Millán. Allí les está esperando un edificio histórico, patrimonio de todos, que la CHD nos cedería gustosa.

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